24 de Noviembre, 2010

Macao 澳门

Por Mali he Baqi - 24 de Noviembre, 2010, 4:45, Categoría: Viajes


En los días que visitamos Hong Kong
aprovechamos la proximidad de Macao y nos acercamos hasta allí en una excursión de día completo. Desde Hong Kong parten ferrys hacía allí a todas las horas del día, en un trayecto que dura 50 min. aproximadamente.

En el post de Hong Kong
no lo comentamos, pero para llegar a Hong Kong (desde China) hay que pasar varios controles de aduanas que hacen un poco incómoda la llegada o salida, sobretodo porque estos puestos aduaneros, el de China y de Hong Kong, no están en el mismo lugar y bueno, este asunto casi merece otro post completo para relatar las aventuras y dificultades que puedes encontrarte si te descuidas un poco. Para transladarse a Macao también se deben pasar varios controles aduaneros aunque estos están en los propios puertos de ferry así que no resultan tan problemáticos.

Macao y Hong Kong forman las dos regiones administrativas especiales de China. Macao fue colonia portuguesa hasta 1999. Es por ello que todavía mantiene el sistema judicial establecido por Portugal, y el idioma portugués, aunque apenas hablado, es lengua oficial junto con el chino. Macao también cuenta con moneda propia llamada Pataca pero también aceptan Dólar de Hong Kong y el Yuan. Todos los carteles, anuncios, nombres de colegios, plazas, calles... está escrito en chino y portugues así que no tuvimos ningún problema en orientarnos y movernos por ahí ya que podíamos leer y entender muy facilmente el portugués (y el chino).

Comenzamos la visita por la plaza central de la ciudad "Largo do Senado" y ahí mismo, y para comenzar con buen sabor de boca, probamos (por primera vez ese día) los aunténticos "danta" 蛋挞, nombre chino de los conocidísimos pastelitos portugueses (o de Belém).

Durante un largo rato recorrimos varias de las iglesias más famosas e importantes de la zona antigua. Las calles eran completamente de estilo portugues y junto con los ciudadanos chinos y comercios chinos componian una mezcla extrañísima aunque para nosotros, mucho más cercana y "normal" que la propia China.


Por una concurrida calle repleta de tiendas de suvenires chinos y portugueses se asciende hasta la escalinata de la famosísima fachada de las ruinas de la iglesia de San Pablo. Esta fachada y la escalinata es lo único que queda de esta fantástica iglesia que fue diseñada por un jesuita italiano y levantada en 1602. Tras la expulsión de los jesuitas de Macao, en 1835 un incendio acabó con todo menos con lo que aun se puede ver. Después subimos hasta las ruinas de la Fortaleza do Monte para tener una vista más general de la ciudad.


En total visitamos todos y cada uno de los lugares de interés de la ciudad (según la oficina de turismo de Macao). Después de una merienda a base de dantas, fuimos hasta la zona de los casinos. Junto con el rico patrimonio histórico de Macao, la mayor atracción para los visitantes es, sin duda, el juego. Dado que los casinos están prohibidos tanto en Hong Kong como en la China continental, Macao es el único lugar de China en el que se puede jugar dinero a juegos de azar legalmente.

Nos acercamos hasta el casino Gran Lisboa, un edificio que parece estar completamente fuera de lugar pero que por el contrario lidera perfectamente la "sinrazón" del puñado de casinos de la zona, alguno con forma de volcán, amurallado de estilo chino, otro una réplica de la piscina olímpica de pekín, etc.


Dentro del casino la "sinrazón" es mayor aún. Nos encontramos con las mesas de juego repletas de chinos jugando, ganando y perdiendo dinero por segundos. Nos dio la sensación que más de lo segundo que de lo primero. No salíamos de nuestro asombro, tanto por el frenetico movimiento de grandes cantidades de dinero (en mínusculas fichas de casino) como por el ambiente totalmente de película que se respiraba allí. Un poco abrumados por el poco valor que se le daba al dinero y por el excesivo lujo salimos de allí y entramos a visitar el más famoso casino de Macao, el Casino Lisboa. Este de aspecto un poco más antiguo pero más lujoso si cabe. Un lujo que, por cierto, no envidiamos nada y es que en todo ese ambiente se respira un halo de frivolidad...

A última hora de la tarde cogimos el ferry de vuelta a Hong Kong y entramos a la ciudad a la vez que llegó la noche y se fueron encendiendo las luces de los altos rascacielos.

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